El Departamento Nacional de Planeación (DNP) celebró los diez años de su evento Finanzas del Clima, un encuentro para fomentar el diálogo sobre los retos y oportunidades de la región en materia de financiamiento climático.
En este contexto, se desarrolló el panel “Bioeconomía en los territorios: Banca y productividad” en el que representantes del sector financiero colombiano compartieron sus perspectivas sobre los desafíos que deben ser superados para poder aprovechar verdaderamente el potencial de la bioeconomía en el país. En síntesis, el potencial de la bioeconomía en Colombia es ampliamente reconocido, pero sólo se podrá explotar con el mejoramiento de las condiciones habilitantes, cuando exista mayor sensibilización en el mercado de su importancia, se reciba capital de riesgo para la investigación y desarrollo, se impulsen inversiones de gran escala y se fortalezca la colaboración y la articulación de los diversos actores involucrados.
Ahora bien, en este espacio, cada panelista invitado respondió una pregunta específica.
“¿Cuáles son los vacíos de conocimiento que existen en la actualidad sobre la rentabilidad y financiación de la bioeconomía en Colombia, y cómo las universidades y centros de pensamiento pueden aportar?” fue la pregunta dirigida al director del CFS, Clemente Del Valle.
Su intervención para dar respuesta a este interrogante fue contundente. En primer lugar, declaró que el principal problema reside en una falta de claridad de las necesidades de inversión y las brechas por cerrar. Haciendo referencia a los estudios de planeación anteriores, resaltó que Colombia no ha invertido más del 0.2-0.4% del PIB para temas de cambio climático, lo que representa un faltante de 2% - 4% del PIB en comparación con lo que se debería estar invirtiendo. Por lo que el mensaje es que Colombia no está invirtiendo en este asunto.
El principal motivo que habría llevado a esta situación, sugiere Del Valle, es el desconocimiento de lo que está pasando. Su consultoría para el Grupo Bicentenario identificó los proyectos actuales centrados en las temáticas de cambio climático, transición energética, agricultura sostenible y biodiversidad, y puso de manifiesto que son limitados los proyectos a gran escala. Del Valle destacó aquí el caso de Brasil, país en el que el Gobierno invirtió durante más de 30 años cerca de 50 millones de dólares al año para mejorar la productividad de la producción del etanol, lo que conllevó a que el etanol represente casi 50% de lo que es la gasolina en los vehículos. Sin desconocer la importancia de los proyectos piloto o pequeños, Del Valle subrayó la importancia de hacer grandes apuestas transformacionales:
“[…] si queremos hacer grandes transformaciones, tenemos que hacer grandes apuestas”.
A partir de esta reflexión, recomendó focalizarse en sectores particulares y no intentar abarcar todos a la vez. El sector agropecuario y AFOLU serían los dos que deberían ser priorizados y la aproximación debería consistir en transformar las cadenas de valor en su totalidad, habiendo establecido objetivos concretos previamente.
Evidentemente esto requeriría grandes inversiones y el protagonista sería la banca de desarrollo. En este punto, Del Valle criticó las instituciones locales ya que, a diferencia de las internacionales, no están cumpliendo con su cometido dado que han desplegado programas marginales y poco ambiciosos, teniendo en sus manos el capital, el know-how y el equipamiento necesario.
Para responder a la segunda parte de la pregunta sobre el aporte de actores tales como universidades y centros de pensamiento, Del Valle precisó que el vacío de conocimiento permea tanto al sector público como privado, y la academia no está desempeñando su función como debería. Estos tres agentes deberían estar interrelacionados por medio de la investigación y desarrollo (I+D), sin embargo, el panorama actual es diferente. Las universidades están obteniendo recursos mayoritariamente de las matrículas, y las contribuciones del sector privado son pocas, lo que demuestra que este último tampoco está invirtiendo en I+D. El sector público actúa de manera similar. De tal forma que la investigación se queda resguardada en la academia. Por lo que el director del CFS enfatizó en la necesidad de Colombia de aumentar la inversión en investigación ya que hoy representa alrededor del 0.2% del PIB, mientras el promedio de la OECD es del 2%; al igual que subrayó la necesidad del trabajo conjunto entre la academia, las empresas y el gobierno para desarrollar investigación aplicada.
Para cerrar, Del Valle reconoció el trabajo del CFS en esta línea, refiriéndose a la investigación sobre transformación de residuos sólidos en energía. Colombia tiene un grave problema con los rellenos sanitarios: 98% de los residuos van a estos vertederos, una relación inversa en contraste con los países nórdicos que sólo depositan el 2%. Ahora bien, el país tiene un gran potencial para la generación de energía, tan sólo falta explotarlo con el desarrollo de propuestas ambiciosas que ataquen temas como la regulación, los subsidios, las políticas, los incentivos a los privados, la financiación, entre otros. Así, Del Valle finaliza su interlocución en este panel, exhortando a un cambio de dirección de los esfuerzos para evitar un resultado decepcionante:
“Simplemente quería dejar este mensaje porque creo que tenemos mucha capacidad, pero hoy no la estamos enfocando donde es y estamos perdiendo la oportunidad de alcanzar las metas que nos pusimos el mundo y Colombia hace muchos años”.